domingo, 27 de agosto de 2017

LA LEYENDA DEL TIBICENAS

                El diablo conocido como Guayota, raptó al dios del sol Magec y lo llevó al interior del Teide, conocido como Echeyde, en ese momento el mundo entró en oscuridad, hasta que el dios del cielo, Achaman, lo rescató. En ese momento nacieron los Tibicenas, que como seres nacidos de la oscuridad huyeron de Guayota, una vez liberado el dios Magec, y se escondieron en cuevas, bosques y barrancos con poca luminosidad.
                Así parece que es como narraban los antiguos guanches, el nacimiento estos seres llamados Tibicenas, que en la mayoría de los casos, son descritos como grandes perros, negros y lanudos, con ojos brillantes, aunque a veces aparecían también con forma de otros animales, sobre todo cerdos. Todos con una característica común: negros, lanudos y con ojos brillantes. Esta leyenda se sigue manifestando en la actualidad, que se cree que son la representación del mal.
                Se presentan en barrancos, caminos solitarios, siempre amparados por la oscuridad. Los antiguos guanches parece que les rendían culto con pequeños sacrificios ante pequeñas imágenes de terracota o barro cocido, como las encontradas en La Aldea, el barranco de Guayadeque, Agaete y San Bartolomé de Tirajana, ídolos con forma humana y de animales.
                Algunos de estos ídolos son muy extraños, tienen forma o se parecen mucho a osos y monos, cuando a estos animales los guanches no los conocían, ¿Qué curioso, no? Aunque también hay representaciones con figuras antropomorfas, que nos recuerdan al ¿Yeti? Estas representaciones pueden disfrutarse en el museo canario.
                En la actualidad también hay testimonios de la aparición de estos seres, ya que, hay que pensar, que hasta hace 50 años, las carreteras en las islas eran escasas, se recorrían grandes distancias a pie, lo que daba lugar a grandes caminatas nocturnas y alimentar este tipo de leyendas.
                En 1.932, en Las Rosas (Galdar), un campesino tuvo un encuentro con un Tibicena que caminaba erguido. Este relato se cuenta en la obra “Una dinastía guanche” de Pedro Castejón.
                Otro encuentro con este ser se produce en los años 40 del siglo XX, en Mogán, sur de Gran Canaria, cuando un campesino se dirigía a trabajar barranco arriba, antes del amanecer, cuando topó con un cerdo de mediadas dimensiones, con mucho pelo negro y brillante, en el cual pareció distinguir rasgos familiares, como si lo conociera, ya que este se fue transformando en una mujer vecina del pueblo, que le habló y le dijo: “No puedes contarle a nadie quien soy; este secreto te lo tienes que llevar a la tumba, o si no, ¡tu familia lo pagará!. El agricultor se asustó mucho, quedando profundamente turbado,. Tardó varios años en contar esto a su familia, sin revelar quién era la Tibicena.
                Otras veces se asustan y huyen; un vecino de Los Sauces, en La Palma, que contaba 23 años en 1.956, se desplazaba hasta La Cuesta, cuando en la ladera del barranco de La Herradura, se encontró con un perro grande y lanudo que escapó rápidamente ladera abajo, bajando por las paredes casi verticales…

                Se han encontrado distintos restos de enormes cráneos de perros desconocidos en algunos yacimientos arqueológicos de Gran Canaria y Tenerife. Esto podría indicar la existencia en el pasado de una raza de perro grande que comprometía la vida a los aborígenes y que ha servido como base para construir una historia alrededor, y a través de la transmisión oral, se convierte en la “Leyenda del Tibicenas”…

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